Hofmann y el restaurante perfecto




Listo a continuación lo que para mi, que no soy nadie, debería cumplir el restaurante perfecto.
  • Limpio, bonito y agradable. Si tiene música, que tenga un poco gracia. Un NO (rotundo) a los grandes clásicos del cine versión chill out o algo que se le parezca (juro y perjuro que los he oído en un desaparecido restaurante michelín y sonaba del siglo pasado). 
  • Snacks graciosos. Léase piruletas, chupitos, crujientes y, en general, cosas que se comen de un bocado con los dedos. 
  • Aperitivos ligeros: una sopa, un marinado, una pasta...
  • Platos principales con sentido, bien presentados y cargados de sabor. Que no dejen indiferentes.
  • Prepostres ligeros para bajar, al estilo de un granizado o un sorbete. 
  • Postres golosos, a poder ser de chocolate, de los que te hacen sentir un poco culpable cuando te los has terminado.
  • Muchos, pero muchos, petits fours. Discrepo de la tendencia que marcan los grandes (Philippe Regol y compañía) de reducirlos a la mínima expresión. Soy un goloso, lo sé (y lo sufro).
  • Y por último, un trato agradable, que no simpáticamente pesado, del personal.

(Notará el lector que, a parte del trinomio café-copa-puro, a la lista solo falta una degustación de quesos, que no añadiré nunca porque el láctico curado no acaba de ser fruto de mi devoción).

Hecha la carta a los Reyes y a pesar de que cuesta mucho encontrarlo todo a la vez a un precio razonable, el restaurante de Mey Hofmann, que lleva su apellido por nombre y es valedor de una estrella Michelin, puede presumir de que lo tiene (casi) todo en su propuesta de mediodía (45 euros, bebidas a parte).


Sin duda alguna, el restaurante, que es escuela de cocineros, es excelente. Es uno de esos sitios dónde apetece celebrar algo. Es bonito, son agradables, todo está puesto en el plato con un mimo tremendo... y todo está muy bueno.

Perderse este sitio, ni que sea una vez en la vida, no tiene perdón.

Casi, casi, es perfecto.

Aviso: las fotos no hacen justicia.

1. Los Snacks. Una pequeña confusión hicieron que salieran un pelín más tarde de lo previsto. Totalmente perdonable. Una madalena de olivas y anchoas, un tartar de salmón y un chupito de crema vichyssoise.



2. Los aperitivos. Brioches de sobrasada y huevo poché de codorniz con puré de tupinambo. TREMENDO.




3. Los primeros. La famosa tarta de sardinas con tomate y cebolla confitada en caliente, que ya había probado en otra ocasión y que a mi personalmente no me acaba de convencer por lo de su temperatura (pero soy el único del mundo que opina así, así que mi opinión aquí debe descartarse por rara) y las Habas con chipirones sobre cuajada de espárragos blancos. Este último, a mi me pareció un 10.






4. Los primeros segundos: Arroz meloso Illa de Riu de cebolla y cigalas y Canelón de ternera con foie. No sé cual de los dos estaba más tremendo. Intensos, entraban por la vista, por el olfato... PLATOS DE OLÉ!



5. Los segundos. Pie de cerdo deshuesado con cigala y pescado de lonja con risotto. El pescado, que no recuerdo cual era, estaba bueno, pero es que los pies de cerdo eran algo fuera de serie. Buenos no, lo que sigue. Venían con un puré de patata también tremendo.




6. Postres. Pastel de queso con coulis de furtos rojos y un sorbete de frutas del bosque. Muy bonito, más que bueno y con un montón de elaboraciones.



Bola sorpresa de chocolate. Al loro con este postre. Muestro en tres fotos la presentación de la bola helada y su destrucción con chocolate caliente que deja ver el bombón interior. Quedé tan impresionado que intenté hacer una versión casera de este postre con un huevo de chocolate, por aquello del huevo sorpresa.... por lo visto no leí aquello de "abstenerse aficionados"...





7. Los petits: hojaldres y piruletas de chocolate y pistacho.




De verdad que hay que ir. 
¿He dicho que casi es perfecto?


Restaurante Hofmann.
Carrer La Granada del Penedés 14-16
Barcelona.
9321871657